El paisaje es desolador, en diez horas de camino encontramos cinco personas y una decena de casas como mucho. Lo cual no deja de ser inquietante, preferimos no pensar qué pasaría si se arruina el bus. ¿Cuánto tiempo tendremos que esperar hasta que aparezca alguien a rescatarnos? Vamos a la aventura, decidimos no pensar en las eventualidades.
En Uyuni contratamos un paseo por el salar. Salimos antes de las siete de la mañana, sabemos que estamos cerca por el resplandor, es tan intenso que sin lentes oscuros te arden los ojos y corres el riesgo de lesionarte la retina. Es época de lluvias, estamos en enero, en silencio contemplamos como todo se duplica en la superficie salada, el cielo, las nubes, los turistas, nosotros.
El salar de Uyuni es el desierto de sal más grande del mundo, con una extensión de 12 mil kilómetros cuadrados, 10 mil toneladas de sal, y más de cien toneladas de litio. En el salar también hay cactus gigantes de más de diez metros de altura, una colonia de flamencos en noviembre, y la puya raimondi, una flor pariente de la piña que florece cada cien años.
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