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martes, 28 de julio de 2015

Un desierto de sal con cactus gigantes y un lago azul casi transparente

Por una carretera de tierra dibujada en línea recta que se pierde hasta el infinito llegamos a Uyuni, lugar de concentración en aymara. Y es que Uyuni, a poco más de 500 kilómetros de La Paz, pareciera estar de camino al fin del mundo. Antes un centro importante por la minería y el comercio, Uyuni ahora sobrevive gracias al turismo.
Un desierto de sal con cactus gigantes y un lago azul casi transparente
El paisaje es desolador, en diez horas de camino encontramos cinco personas y una decena de casas como mucho. Lo cual no deja de ser inquietante, preferimos no pensar qué pasaría si se arruina el bus. ¿Cuánto tiempo tendremos que esperar hasta que aparezca alguien a rescatarnos? Vamos a la aventura, decidimos no pensar en las eventualidades.
Un desierto de sal con cactus gigantes y un lago azul casi transparente
En Uyuni contratamos un paseo por el salar. Salimos antes de las siete de la mañana, sabemos que estamos cerca por el resplandor, es tan intenso que sin lentes oscuros te arden los ojos y corres el riesgo de lesionarte la retina. Es época de lluvias, estamos en enero, en silencio contemplamos como todo se duplica en la superficie salada, el cielo, las nubes, los turistas, nosotros.
Un desierto de sal con cactus gigantes y un lago azul casi transparente
El salar de Uyuni es el desierto de sal más grande del mundo, con una extensión de 12 mil kilómetros cuadrados, 10 mil toneladas de sal, y más de cien toneladas de litio. En el salar también hay cactus gigantes de más de diez metros de altura, una colonia de flamencos en noviembre, y la puya raimondi, una flor pariente de la piña que florece cada cien años.




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